Reflexiones de Simone Weil

Lectura de reflexiones de Simone Weil, escogidas de diversas obras suyas.
La gracia llena los vacíos, pero sólo puede entrar donde hay un vacío para recibirla, y es la misma gracia la que hace este vacío.
El ser humano no escapa a las leyes de este mundo sino por la breve duración de un relámpago. Instantes de tregua, de contemplación, de intuición pura, de vacío mental, de aceptación del vacío moral. Sólo en esos instantes es capaz de lo sobrenatural.
Descartar las creencias que colman el vacío, suavizadoras de amarguras. La de la inmortalidad, la de la utilidad de los pecados... La del orden providencial de los acontecimientos; en suma, los "consuelos" que comúnmente se buscan en la religión.
Hay que preferir el infierno real al paraíso imaginario.
El amor no es consuelo, es luz.
Aceptar que los otros son distintos a las criaturas de nuestra imaginación es imitar el renunciamiento de Dios. Yo también soy distinta de lo que imagino ser. Saberlo es el perdón.
La belleza siempre promete, pero nunca da nada.
La desgracia deja heridas que sangran gota a gota, incluso en el sueño; así poco a poco entrenan a la fuerza al hombre y le disponen para la sabiduría a pesar de él mismo.
La muerte es lo más precioso que le ha sido dado al hombre.
Para alcanzar el total desapego, la desgracia no basta. Es necesaria una desgracia sin consuelo. Es necesario no tener consuelo. Ningún consuelo representable. El consuelo inefable desciende entonces.
Creer en Dios no es una decisión que podamos tomar. Todo lo que podemos hacer es decidir no dar nuestro amor a falsos dioses. En primer lugar, podemos decidir no creer que el futuro contiene para nosotros un bien suficiente. El futuro se hace con la misma substancia que el presente.
El pasado y el futuro entorpecen el efecto saludable de la desdicha presente, ofreciendo un campo ilimitado a las construcciones imaginarias. Por eso, la renuncia al pasado y al porvenir es la primera de las renuncias.
El método adecuado de la filosofía consiste en concebir claramente los problemas insolubles en toda su insolubilidad y luego en contemplarlos, fija e incansablemente, año tras año, sin ninguna esperanza, aguardando pacientemente.
La humildad es atenta paciencia.
La imposibilidad es la puerta hacia lo sobrenatural. Sólo podemos golpear. Es otro el que abre.
La capacidad de dar la propia atención a quien sufre es algo muy raro y difícil; es casi un milagro; es un milagro. Casi todos los que creen que tienen esta capacidad no la poseen. La calidez de corazón, la impulsividad, la compasión no son suficiente.
La parte sobrenatural aquí abajo es secreta, silenciosa, casi invisible, infinitamente pequeña. Pero es decisiva. Proserpina no creía que cambiarla su destino al comer un sólo grano de granada y desde ese instante para siempre el otro mundo fue su patria y su reino.
Todos sabemos que no hay bien en este mundo, que todo lo que aquí aparece como bien es finito, limitado, se agota y, una vez agotado, la necesidad se muestra al desnudo. Probablemente en la vida de todo ser humano ha habido algún momento en el que se ha confesado a sí mismo con claridad que no hay bien en este mundo. Pero en cuanto se percibe esta verdad se la recubre de mentira. Muchos que jamás han podido soportar el mirarla de frente por más de un segundo se complacen en proclamarla buscando en la tristeza un placer mórbido. Los hombres perciben que hay un peligro mortal en mirar de frente esta verdad durante un tiempo prolongado. Y es cierto; ese conocimiento es más mortífero que una espada, la muerte que inflige produce más miedo que la muerte carnal. Con el tiempo mata en nosotros todo lo que llamamos "yo". Para sostener esa mirada hay que amar la verdad más que la vida.
El verdadero camino existe. Platón y muchos otros lo han recorrido. Pero sólo está abierto para aquellos que, reconociéndose incapaces de encontrarlo, ya no lo buscan, y sin embargo no dejan de desearlo con exclusión de toda otra cosa. A ellos les está acordado nutrirse de un bien que, situado fuera de este mundo, no está sometido a ninguna influencia social. Es el pan trascendente a que se refiere el texto original del Padre Nuestro.

Пікірлер

    Келесі