Nunca he entendido porque esta película que es un pequeño clásico de la comedia de ese subgénero llamado screwball comedy centrado sobre todo en la típica guerra de sexos (con todos los ingredientes típicos de equívocos, líos, dobles intenciones, falsas entidades y frases hilarantes una tras otra) no que acabe de gustar. Quizás sea porque siempre Preston Sturges me ha parecido un director algo mediocre y a pesar de contar con actores de primerísima línea (en especial una espléndida Barbara Stanwyck) y un buen guión no sabe sacarle todo el partido a esta disparatada historia. Recientemente la he vuelto a ver y me reafirmo en que es una película que se ha quedado trasnochada, muy hija de su época y sobre todo a mí me desconecta que hay situaciones tan forzadas y absurdas que rozan (y sobrepasan) la inverosimilitud. Hay que verla con un grado de credibilidad y de inocencia tan alto que me acaba aburriendo totalmente a pesar de algunos aciertos parciales.