Jesús fue traicionado por uno de sus discípulos, llevado ante los principales dirigentes judíos, juzgado en un juicio espurio, azotado, escupido, golpeado y coronado con una corona de espinas por soldados judíos y romanos. Finalmente condenado a muerte y crucificado flanqueado por dos ladrones. Humillado, golpeado y sangrante en la cruz, la mayoría de los presentes se burlaban de Él. La pregunta que viene a nuestra mente es: ¿En dónde estaba Dios en ese momento? ¿Por qué no lo defendió?
La verdad es que Dios estuvo todo el tiempo allí junto a Jesús en el Calvario, pero no para defenderlo, ni para fulminar a los blasfemos, sino para juzgar en Él nuestros pecados.