El empresario, Ignacio Guallart, propietario de la única bodega alcañizana, plantó hace más de diez años, dos hectáreas de carrascas, encinas y robles en la misma finca donde tiene sus viñedos. Su ilusión era poder recolectar estos preciados hongos de la familia Tuber, la trufa negra. Tras años de espera y aplicando diversas técnicas, la tierra empieza a dar sus frutos. Un buen amigo truficultor, Ángel Querol, de Aguaviva, llegó con su perro Tomi para desenterrar algunas de las primeras trufas.
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