En el corazón de los Ancares gallegos, a más de mil metros de altitud, se encuentra Piornedo, una aldea que parece suspendida en el tiempo. Este pequeño enclave, con apenas 35 habitantes, guarda un legado arquitectónico y cultural que se remonta a épocas prerromanas.
Las pallozas, construcciones de piedra y techos de paja, son el símbolo de esta comunidad. Estas viviendas circulares, diseñadas para resistir las duras condiciones climáticas, narran historias de una vida en armonía con la naturaleza.
Los hórreos, estructuras elevadas de piedra utilizadas para almacenar grano, se alinean entre las casas, recordando la importancia de la autosuficiencia agrícola en esta región montañosa.
Piornedo es más que un simple pueblo; es un testimonio viviente de la resistencia y la adaptación humana. En sus estrechas calles y en las piedras de sus antiguas edificaciones, se pueden escuchar los ecos de una historia milenaria que aún resuena en los corazones de quienes la visitan.
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