De nuevo tenemos el recuerdo de la figura de un artista singular. Creo haber expresado mucho en los comentarios de vídeos anteriores. En éste, aparece, al igual que en vídeos precedentes tocando mi guitarra, y afinándola con su espinoso clavijero de palo, y el consiguiente salto que da la clavija, sin detenerse en la nota exacta, pero eso daba igual, Miguel era un todo terreno. ¡Cuántas y diversos tipos de guitarra de las más amplias gamas no pasarían por sus manos! Él no necesitaba una guitarra de Hermanos Conde ni semejantes, a él le sonaban bien todas, desde las más baratas hechas en serie, hasta las de la más refinada artesanía. Porque para el artista, lo menos importante es el instrumento, ni siquiera necesitaba el silencio, porque toda la música estaba en su mente, y al igual que genial Beethoven no necesitó escuchar para componer La Novena Sinfonía, el Niño Miguel sabía soslayar todos los escollos ambientales, porque le sobraban hasta las cuerdas necesarias, más no se puede pedir. Viéndolo tocar esa guitarra del año 79, con ese engorroso clavijero de palo, se me ocurrió escribir el siguiente soneto:
AL NIÑO MIGUEL
Qué dolor, qué ternura y cuánto llanto
qué nostalgia, tristeza y qué lamento.
Salía de la madera en el momento
tu alma dolorida en un quebranto.
Tus notas son, del ruiseñor el canto,
y del sabio, su puro pensamiento,
de la noche, estrellado firmamento,
de tu raza, sonido sacrosanto.
Recordándote Huelva se desgarra,
la tierra a su profeta nunca es fiel
más dura, como laja de pizarra,
de niño hundiste tu cordura en hiel.
Nunca sonó de nuevo mi guitarra
como la hiciste sonar Niño Miguel.
Les pido disculpas nuevamente, por la calidad del encuadre del vídeo.
Las vivencias que tuve la suerte de compartir durante aquellos años, son irrepetibles en la vida de un hombre aficionado a la música.
F. Cuaresma