que viva Jesucristo y la Santísima Virgen María amén.

Hace mucho tiempo, en los años ochenta, del siglo pasado, en un mes de agosto, en la Piscina Municipal de un pueblo de la provincia de Valladolid (España), se dio la noticia de que una joven se había ahogado y que el Socorrista oficial de dicha Piscina, mediante las típicas y conocidas maniobras de resucitación, actuadas sobre el corazón, había revivido a la joven. A los pocos días, la joven revivida se encuentra con mi hermana, en una de las calles del pueblo, y le cuenta, al detalle, el episodio sufrido por ella, días antes, en la mencionada Piscina Municipal. Mi hermana me refirió, a mí, en el salón de nuestra casa, lo que le explicó la citada joven. Y, en síntesis, le dijo que *ella se vio fuera de su cuerpo, con sensación de mucha paz y tranquilidad, observando las antedichas maniobras de resucitación, y que ella sentía que no quería que le hicieran tales maniobras, porque no quería volver a su anterior situación*. Se aclara que la joven, cuando le estaban activando, devolvió un poco de la crema de un helado que había comido, antes de bañarse. No puede decirse que tuviera una gran digestión, en su estómago. Quiere decirse, con ello, que la causa de su ahogamiento no es el popular *corte de digestión*. Ella, más bien, sufrió, (unas personas tienen más sensibilidad que otras), por el calor del verano reinante, el denominado SÍNCOPE DE DIFERENCIACIÓN TÉRMICA, al cambiar de la situación física de calor o de gran calor a la inmersión en agua fresca de una Piscina no muy soleada. Esto nos quiere advertir de que muchas personas no sufren ningún corte de digestión, al entrar en el agua de mar, río o piscina, sino, -y según su propia sensibilidad física-, un *síncope de diferenciación térmica*.