La noche del 2 al 3 de agosto de 1936, entre la una a las dos y media de la madrugada un avión Fokker F.VII de la compañía aeropostal LAPE se dirigió desde un aeropuerto de Barcelona a Zaragoza con el objetivo de bombardear la Basílica del Pilar. Después de la primera pasada en vuelo rasante para localización y reconocimiento del objetivo, el avión en amplio giro (no era muy maniobrable) realizo una segunda pasada enfilando ya la basílica. Tiro las cuatro bombas Hispania desde una altura aproximada de 150 metros con bastante acierto, puesto que dos de ellas impactaron en la basílica. Ninguna de las bombas exploto. La baja altura a las que fueron soltadas las bombas fue el motivo de que la hélice que llevan las espoletas no se acabara de desenroscar, activando de esta manera la bomba. Deberían haber sido soltadas 200 o 300 metros más altas, pero claro entonces la puntería tal vez no hubiera sido del 50 por ciento, o si, pero claro, eso nunca lo sabremos. Corrió enseguida la voz popular con la palabra MILAGRO, puesto que las bombas no explotaron. Pues queriendo o sin querer, si hubo un milagro, las bombas no explotaron, y ahí tenemos la Basílica de Nuestra Señora del Pilar para contemplación y disfrute de la humanidad.