El Árbol Dorado de Alborada 2

En un pequeño pueblo llamado Alborada.
Elías tenía una costumbre peculiar: todas las noches, se sentaba junto a la hoguera y contaba historias. No eran historias comunes; eran relatos mágicos que transportaban a los oyentes a mundos lejanos y desconocidos.
Los niños del pueblo se reunían alrededor de Elías, con los ojos brillantes de asombro. Escuchaban sobre dragones que custodiaban tesoros escondidos, hadas que concedían deseos y príncipes valientes que luchaban contra la oscuridad. Elías les enseñaba que la imaginación era un tesoro más valioso que cualquier joya.
Pero había un niño llamado Martín que no creía en las historias de Elías. Martín era práctico y lógico. Pensaba que las historias eran solo eso: cuentos para entretener a los demás. Se burlaba de los otros niños por creer en fantasías.
Un día, Elías le pidió a Martín que se sentara junto a él. “Tengo una historia especial para ti”, dijo. Martín se cruzó de brazos, escéptico.
Elías comenzó a narrar la historia de un árbol mágico en lo profundo del bosque. Este árbol tenía hojas doradas que brillaban como el sol. Quienes se acercaban a él podían pedir un deseo, pero solo si creían en su magia.
Martín escuchó con atención, aunque seguía dudando. Al final de la historia, Elías le dijo: “Martín, ¿qué desearías si estuvieras frente al árbol dorado?”
Martín reflexionó. “Pediría sabiduría”, respondió. “Para entender si estas historias son reales o solo invenciones”.
Elías sonrió. “Esa es una elección sabia”, dijo. “Ahora, cierra los ojos y cree en la magia”.
Martín obedeció. Cuando abrió los ojos, estaba frente al árbol dorado. Las hojas brillaban intensamente, y Martín sintió una energía cálida a su alrededor. Cerró los ojos nuevamente y formuló su deseo.
Cuando regresó al pueblo, los demás niños lo rodearon. “¿Qué pediste, Martín?”, preguntaron.
Martín sonrió. “Pedí sabiduría”, dijo. “Y ahora sé que las historias de Elías son verdaderas”.
Desde entonces, Martín se convirtió en el mejor amigo de Elías. Juntos, siguieron contando historias y compartiendo la magia con todos en Alborada. Y así, el pueblo aprendió que la imaginación y la creencia podían cambiar sus vidas de maneras inesperadas.
Y así termina la historia de Alborada, donde la magia se esconde en cada rincón y donde los corazones abiertos pueden encontrarla.

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