EL PODER DE DIOS PARA RESUCITAR

Ezequiel 37 nos describe cómo vivían en tiempos desesperantes (Ezequiel 37:1-14). La nación de Israel había sido llevada en cautiverio a Babilonia a causa de su propio pecado. Como resultado, en tres olas de invasiones, los babilonios destruyeron la ciudad de Jerusalén y tomaron cautivos a sus habitantes. Mucha de la predicación hoy es académica, intelectual, e informacional. Se comunica con elocuencia y con gran oratoria, pero no tiene poder para cambiar vidas. La predicación ungida por el Espíritu es cuando cae el fuego del cielo; cuando la unción se eleva dentro del alma. Es donde el predicador termina y el Espíritu Santo toma el cargo. Es cuando el Espíritu Santo da convicción, corrige, busca, libera, sana, revive, y restaura. La mano del Señor llevó a Ezequiel en el Espíritu y lo puso en un valle lleno de huesos secos. Ezequiel fue puesto en medio de un enorme campo de batalla donde cientos de miles habían sido asesinados. Los buitres se habían reunido ahí una y otra vez. Las lluvias habían lavado los huesos dejándolos limpios. Los huesos estaban blancos, habiéndolos blanqueado el sol. No había señal de vida. Pero aquí es donde el Espíritu puso a Ezequiel para que ministrara. ¿Pueden vivir estos huesos? El poder de Dios no está limitado por nuestras circunstancias. La Palabra de Dios no está atada por la indiferencia del hombre. La Palabra de Dios es viva y poderosa. Dios tiene poder para resucitar nuestras propias vidas y levantarnos de la apatía y de la muerte. ¿Lo crees?. Si estás interesado en el material del Dr. Armando Alducin, puedes escribir a pedidos@vnpem.org.mx

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