Cualquier momento es bueno para visitar la capilla de San Miguel de Celanova, pero si se pude escoger la fecha para disfrutar de esta joya prerrománica, la perfecta es la del equinoccio, ya sea el de primavera o el de otoño.
¿Por qué? El templo está orientado de tal forma que los primeros rayos de luz del primer día del otoño o de la primavera atraviesan las espigadas ventanas del edificio y crean un efecto mágico y único: parece surgir una estrella de luz de seis puntas.
Es habitual también que, desde el punto señalado en el piso del jardín, se junte un buen grupo de personas para observar el efecto.
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