DIVING CABO PALOS PECIO SIRIO

Propiedad de la compañía Navigazione Generale Italiana (NGI), era uno de los trasatlánticos que en su época realizaba la travesía de Génova al Nuevo Mundo. Eran los primeros años del siglo XX, y millones de personas abandonaban Europa huyendo de la pobreza y del hambre para buscar, al otro lado del mar, el sueño de una vida mejor.
El Sirio ostenta el dudoso honor de ser el naufragio civil más importante del Mediterráneo. La tragedia del Titanic, seis años después, eclipsaría al vapor italiano, pero a diferencia de aquél, jamás se supo el número exacto de fallecidos en el Sirio, porque jamás se supo el número exacto de pasajeros a bordo. Hoy en día las cifras aún oscilan entre las 242 declaradas por la compañía aseguradora y las 500 estimadas por la prensa de la época.
El 2 de agosto de 1906 el Sirio zarpó del puerto de Génova. Al día siguiente realizó escala en Barcelona, donde embarcaron más personas, y prosiguió rumbo al Atlántico. A la altura de las islas Hormigas, como advertirían con posterioridad testigos presenciales e incluso el tercer oficial a bordo, Tarantino, que así se lo comunicó al capitán, el barco navegaba demasiado pegado a la costa y a una velocidad de 15 nudos, por una zona de bajos que figuraba en todas las cartas marítimas. El capitán Giusseppe Piccone ignoró la advertencia.
De esta forma, el 4 de agosto de 1906 chocó contra la cabeza del Bajo de Fuera, una roca de 200 metros de largo, con solo 3,6 metros de agua por encima, convirtiéndose en el mayor accidente de la navegación civil en las costas españolas durante el siglo XX. El impacto se oyó desde la costa. El buque, herido de muerte, quedó varado sobre la cima del bajo, con la proa elevada, y se escoró a estribor.
La vía de agua comenzó a inundar los compartimentos de popa. Las calderas explotaron, sembrando la muerte, y la sirena de alarma se extendió como un grito agónico. A bordo cundió el pánico. Los botes de estribor estaban sumergidos y los situados a babor colgaban de sus pescantes hacia el interior del barco, lo que los hacía inservibles.
No había suficientes chalecos ni salvavidas. En cubierta los pasajeros quedaron atrapados bajo los toldos que les protegían del sol, y no había nadie a quien dirigirse en busca de indicaciones, pues la tripulación había abandonado apresuradamente la nave en uno de los primeros botes. Los pasajeros, presas del pánico, libraron una feroz batalla por conseguir cualquier objeto que les permitiese flotar, y empezaron a lanzarse al mar.
A apenas tres millas de allí, en Cabo de Palos, veraneantes, pescadores y marineros presenciaban estupefactos lo ocurrido. Según relataría Juan de la Cierva, ex-ministro de Gobernación y veraneante asiduo de la aldea, mientras desde su teléfono se avisaba a Cartagena, las embarcaciones más pequeñas se dirigieron a remo hasta el lugar del siniestro. Vicente Buigues, que volvía de pescar con su primo Bautista, era quizás el que estaba más cerca.
Puso proa al Sirio y arrió un primer bote, que volcó ante la multitud de personas que trataron de abordarlo. Optó entonces por una acción arriesgada: abordar el Sirio con la proa del Joven Miguel para que los náufragos pudieran pasar a través del bauprés y ponerse a salvo a bordo de su propio barco.
La acción espontánea de los pescadores de Cabo de Palos (frente a la inacción de la tripulación del trasatlántico y de los grandes buques de la zona, como el Marie Louise o el Poitou) evitó una tragedia mayor, salvando más de 400 vidas.
Durante la investigación oficial realizada en Italia, que encontró un motivo para la inexplicable derrota: el buque se dedicaba al tráfico clandestino de emigrantes. «Ello explicaba que el buque se aproximara temerariamente a la costa para intentar recuperar el tiempo y el combustible perdidos en las recogidas clandestinas, o para un nuevo embarque de inmigrantes».
El Sirio permaneció en la superficie hasta el día 13, en que la embarcación vigía oyó el ruido del casco al partirse en dos. La proa quedó trabada entre las rocas una semana más, antes de precipitarse también al fondo del mar y desaparecer para siempre del horizonte de Cabo de Palos.
Numerosas especies nadan entre la proa con su característica barandilla, que reposa de costado en la cara sur a -50 m. La popa y sus calderas tapizadas de hermosas gorgonias se encuentran en el norte, a una profundidad de 40 m.

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