La invención por parte de las escuelas de canto moderno de la figura de la "mezzo-soprano lírica de coloratura" es uno más de los fraudes vocales que sufre el mundo de la lírica actual.
No existe tal categoría vocal: todas son o sopranos sin desarrollar (sin voz de pecho ni voz de cabeza coordinadas) y que por lo tanto no pueden mantener la tesitura de su cuerda real, o bien son mezzos también sin desarrollar, que no pueden cantar el repertorio pesado de mezzo.
Todas estas cantantes tienen voces colapsadas, son especialmente irritantes por cantar a base de "ruido vocal" lleno de aire, con una desigualdad absoluta en el color de la voz, sin registros, con sonidos, nasales, de agudos gritados y además, por su mala calidad vocal, son voces sin ninguna riqueza de armónicos y que son casi inaudibles en directo.
Pecan de todo tipo de defectos técnicos y vulgar manierismo en su canto si es que se puede considerar como tal algo, que no llega a la categoría de "tarareo".
Es el caso de vocecitas como las de las falsas mezzos Cecilia Bartoli y Joyce DiDonato, ambas con deficiencias técnicas evidentes pero que, una vez más gracias al poder del marketing, han hecho carreras internacionales.
Desde un punto de vista estrictamente vocal son LA NADA.
La mezzo-soprano Agnes Baltsa fue probablemente la última mezzo real en activo con una técnica solvente y con una buena coordinación de la voz de pecho en su voz de cabeza.
A diferencia de sus otras dos "compañeras de cuerda" Baltsa, basó su canto en una sólida edificación técnica con la que pudo cantar tanto a Cherubino en Las Bodas de Figaro como a Amneris en Aida.
La voz aguda tanto de mujer (soprano) como de hombre (tenor), sí puede ir desde lo ligero hasta lo dramático.
Pero por lo demás solo existen Mezzos y contraltos.
Cualquier otra clasificación vocal, es una invención para poner a cantantes mediocres a regurgitar ruidos detestables con micrófono, para que el inculto público del S. XXI piense que se trata de coloratura.